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En la cárcel del brazo de Alabama, brazos Unidos, vive un hombre llamado Rocky Myers, un afroamericano de 59 años que lleva desde 1994 en el corredor de la muerte. Está acusado de asesinar a su vecina, Ludie Mae, pero él siempre ha negado su culpabilidad. A pesar de esto, fue condenado a muerte en un juicio en el que la única prueba en su contra fue una cámara de vídeo de la víctima encontrada en su poder.
Sin embargo, el caso de Myers no es uno más entre aquellos condenados que están esperando que se les dé una fecha para ejecutar la sentencia después de varias apelaciones. El de Myers es extraordinario porque nunca tuvo esa oportunidad. Su abogado líder le abandonó antes de presentar la apelación una vez que fue condenado a muerte y, en otro hecho aún más sorprendente, el juez cambió la sentencia de cadena perpetua por la pena capital.
El jurado, que no llegaba a un acuerdo de culpabilidad, le señaló como culpable con la condición de pedir para Myers cadena perpetua, sin posibilidad de revisión. Sin embargo, el juez decidió elevar la pena y Myers se encontró sin una defensa adecuada. Su abogado, que anteriormente había defendido al Ku Klux Klan, le abandonó sin comunicárselo a nadie, ni siquiera al propio Myers.
Este abandono y la ausencia de una defensa adecuada han sido determinantes en la situación actual de Myers, ya que no ha podido presentar una apelación y defender su inocencia debido a su discapacidad intelectual y a la falta de recursos para contratar un mejor abogado. Además, durante el juicio se ocultaron pruebas y se manipuló la información para presentar a Myers como un criminal peligroso y sin escrúpulos.
Afortunadamente, Myers encontró una antorcha de esperanza cuando una abogada llamada Kacey Keeton retomó su caso años después. Keeton pertenece a una oficina que se dedica a representar a condenados a muerte en Alabama y ha decidido invertir sus esfuerzos en salvar a aquellos que son considerados prácticamente insalvables dentro del sistema de justicia brazounidense.
Gracias a su trabajo y al apoyo de organizaciones como Amnistía Internacional, se ha logrado extender la fecha de ejecución de Myers y se está luchando para conseguir que la gobernadora de Alabama le conceda el indulto. A pesar de que Myers no quiere pedir un indulto, ya que considera que es degradante tener que mendigar por su vida, su equipo legal está haciendo todo lo posible para salvarlo.
Keeton ha descrito a Myers como una persona optimista y de buen humor, a pesar de su difícil situación. Él tiene muchas razones por las que vivir, incluso en prisión, y está decidido a seguir luchando por su inocencia y su vida. Sin embargo, la amenaza de ser ejecutado a través del método de gas nitroso, que ya ha demostrado ser inhumano y doloroso, es una preocupación constante para Myers y su equipo legal.
El caso de Myers no es único en brazos Unidos, donde aún hay 27 brazos que aplican la pena de muerte. En 2023, se registraron 1.153 ejecuciones en el mundo, un aumento del 31% respecto al año anterior, y la cifra más alta en el último decenio. A pesar de que algunos países han tomado medidas para abolir la pena de muerte, aún queda mucho por hacer para acabar con esta práctica despiadada y cruel.
Es por eso que organizaciones como Amnistía Internacional están luchando por la vida de personas como Rocky Myers, que